La pandemia que hoy vive el mundo por el COVID-19 ha permitido deslumbrar los problemas cotidianos que vive la sociedad, como la pobreza extrema, el hambre, la falta de empleos formales, la violencia contra las mujeres, la precariedad en el sistema de salud, entre otros; y que, para el caso colombiano se habían de cierta manera, naturalizados o subyacidos ante problemas como el conflicto armado, el narcotráfico y la corrupción.
Quiero enfocarme, ciertamente, en que los efectos que ha generado está situación no son ajenos a las desigualdades de género que por décadas los movimientos sociales y de mujeres, la comunidad internacional y los gobiernos han tratado de contrarrestar. Aún más, debemos analizarla desde una perspectiva de género, revelando que hombres y mujeres enfrentan de diferente manera las consecuencias de esta pandemia, desde lo emocional hasta lo económico, y que, por consiguiente, sus efectos siguen evidenciando las desigualdades de género, que existen en lo privado y lo público (ONU Mujeres, 2020a; Pacto Global Red Colombia, 2020).
Esta emergencia sanitaria, nos sigue confirmando esos roles tradicionales de género que siguen asumiendo las mujeres, desde el cuidado: en el hogar, en los hospitales, comunidades; en el trabajo doméstico, en servicios básicos como dispensación de productos. Las cuales han estado haciendo frente y lo seguirán haciendo ante esta pandemia, y aún más, con una mayor carga de trabajo, ya que ante las medidas de confinamiento por las que se ha optado, ha conllevado a que el hogar se vuelva ese espacio principal, donde todo acontece: desde las actividades domésticas, el cuidado de otros(as), la educación, el trabajo productivo hasta la socialización, lo cual, la Secretaria Ejecutiva de la CIM2 y OEA3, Alejandra Mora ha llamado a esta situación las crisis de los cuidados (OEA y CIM, 2020). Si antes de la pandemia, en Colombia las mujeres dedicaban el doble de tiempo para el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres (ONU Mujeres, 2020a; Pacto Global Red Colombia, 2020), ahora, está situación ha hecho que se vuelva insostenible y que se sigan permeando aún más esas desigualdades, cuando la respuesta, debe ser desde la corresponsabilidad, asumiendo esta actividad equitativamente entre hombres y mujeres.
Y como si no fuera suficiente, el hogar se ha vuelto un campo de batalla, para lo que algunos, el hogar o estar en casa es un lugar seguro, como medida para hacer frente al COVID-19, para otras, estar en casa se ha vuelto un lugar de alto riesgo, las violencias contra mujeres y niñas, y los feminicidios han aumentando considerablemente durante la pandemia. En Colombia, durante los primeros días de cuarentena nacional, se logró registrar un aumento del 51% de casos de violencia intrafamiliar contra las mujeres, otros datos nos confirman que en un lapso de 2 semanas fueron asesinadas 12 mujeres (ONU Mujeres, 2020b). Esto sigue afirmando, que a nosotras las mujeres nos matan por ser mujeres, que la categoría sexo/género sigue siendo un condicionante socio-cultural para que un sistema patriarcal siga tomando por sus manos el control de la vida de las mujeres.
Además, ONU Mujeres (2020a) indica que el aislamiento y el estado de emergencia sanitaria aumenta el riesgo y el peligro de violencias contra las mujeres y las niñas en varios ejes, tales como: violencia intrafamiliar y sexual; explotación sexual y en este tiempo, violencia cibernética; aumento en el riesgo de tráfico de personas y de mujeres lideresas y defensoras de derechos humanos. Y aún más, este tipo de violencias se siguen agravando en la medida que el confinamiento ha hecho que ciertos procesos judiciales y al acceso a servicios de prevención, atención y sanciones de abuso y violencia sexual sea limitado. Podría decirse, que hay otra pandemia social que combatir y hacer frente, las mujeres no están seguras ni en su propia casa.
Lo anteriormente mencionado, tiene una relación directa con las dificultades económicas y de empleo de las mujeres, y aunque la brecha en el ámbito laboral se haya reducido en los últimos años, las condiciones laborales siguen siendo inequitativas. Aún hay mujeres que no cuentan con un ingreso propio, sus empleos son temporales o de medio tiempo, en condiciones generalmente informales o de autoempleo, por lo que en este tiempo de confinamiento ante las medidas tomadas en la pandemia ha hecho que las actividades de subsistencia y económicas se hayan visto reducidas, afectando en gran medida a las mujeres en condición de pobreza y jefas de hogar (ONU Mujeres, 2020a), por lo cual, muchas de ellas, se vean sometidas a seguir conviviendo con sus parejas violentas y acceder a ciertos servicios de abuso. No es fácil ser mujer en tiempos de pandemia, y aún cuando sus afectaciones varían de acuerdo a condiciones de ruralidad, etnia, región geográfica, edad, entre otras.
Sin duda, el COVID-19 ha permitido revelar lo que se había naturalizado o hasta invisibilizado frente a la situación de las mujeres en la sociedad desde diversas esferas, como en lo político, económico, social, cultural, entre otras. Esta realidad permite que el enfoque de género sea contemplado dentro de la agenda de los gobiernos para hacer frente, a la mitigación y recuperación de esta crisis sanitaria que se ha extendido a una crisis social y económica para hombres y mujeres, pero de mayor atención ante las necesidades que viven las mujeres en la sociedad.
Profesional en Administración de Empresas con conocimientos y experiencia con más de 3 años en proyectos de investigación teórica y aplicada, enfocada en la planeación y ejecución de proyectos de carácter social. Mis competencias se enfocan en la investigación aplicada, realizando entrevistas a expertos y empresarios, y desarrollando talleres con diferentes poblaciones objeto. Me destaco por mi capacidad de liderazgo y gestión, orientación al detalle, habilidades de comunicación y adaptación al cambio.