El malestar que no tiene nombre, en la mística de la feminidad, escrito en 1963 por Betty Friedan, manifiesta que entre 1950 y 1960 la mística de la feminidad se apoderó de la cultura estadounidense, es decir, que la realización femenina era casarse, tener hijos y tener una bonita casa, ese era el sueño de toda mujer estadounidense. A las mujeres se les indicaba que la verdadera feminidad no aspiraba a tener una carrera, ni estudios superiores, ni derechos políticos; sino que estaba en conseguir y conservar un esposo, criar a los hijos y dedicarse a las actividades del hogar.
En Estados Unidos el malestar de las mujeres no existía. Sin embargo, las mujeres empezaron a compartir esa resignación, desesperación, insatisfacción, malestar, que no era algo respecto a su esposo, hijos o el hogar, era un malestar que no tenía nombre.
Friedan siendo escritora que debía entrevistar a muchas mujeres se dio cuenta del malestar que sentían; ellas manifestaban que habían intentado hacer todo lo que debían hacer las mujeres, sin embargo, se sentían vacías, que no tenían personalidad, preguntándose ¿Quién soy yo?
Para 1960, se destrozó la imagen perfecta y feliz del ama de casa estadounidense. Los medios de comunicación, los educadores, los expertos empezaron atribuir esta situación a razones superficiales y a dar soluciones drásticas y absurdas, asociándolo con problemas de la educación, de adaptación al papel de ama de casa, con problemas sexuales o hasta considerando que el malestar no tenía solución, que era algo propio de ser mujer.
Friedan consideraba que no era posible de ignorar esa voz de insatisfacción que aquejaba a tantas mujeres estadounidenses, que ese malestar que no tiene nombre no se debe a la pérdida de la feminidad, ni a las exigencias de la vida doméstica, ni a los estudios que se tenga, ni por el hecho de que estas mujeres lo tengan todo y gocen de privilegios que otras mujeres en otra época no han tenido, ese malestar va más allá y es mucho más importante de lo que nadie reconoce.
De esta manera, no debe existir indiferencia ante la realidad y se debe dar la importancia que se merece, el caso del malestar que no tiene nombre en donde la misma sociedad representada en los medios de comunicación, los educadores, los científicos, los expertos, hasta las mismas mujeres no quieren reconocer a profundidad las causas del malestar y la insatisfacción por la que las mujeres estaban pasando a mediados del siglo XX. Es clave revelar, que sólo se exponen los casos de mujeres blancas, educadas, con una posición social relevante que están dedicadas a la vida doméstica, el cuidado de sus hijos y de su esposo, y que tienen un sentimiento en común de insatisfacción y de desesperación.
Sin embargo, se trató de universalizar el mismo sentimiento para todas las mujeres, no obstante, las mujeres negras o afro, indígenas, gitanas, entre otras, no se ven representadas en este discurso, ya que ellas han vivido de otra manera la explotación y discriminación. Es interesante identificar y analizar la situación propia de las mujeres a partir de sus contextos socio-culturales y de la historia que las ha marcado, no todas han vivido el mismo nivel de discriminación, marcadas por su condición étnica, racial, de género, religión, entre otras.
Profesional en Administración de Empresas con conocimientos y experiencia con más de 3 años en proyectos de investigación teórica y aplicada, enfocada en la planeación y ejecución de proyectos de carácter social. Mis competencias se enfocan en la investigación aplicada, realizando entrevistas a expertos y empresarios, y desarrollando talleres con diferentes poblaciones objeto. Me destaco por mi capacidad de liderazgo y gestión, orientación al detalle, habilidades de comunicación y adaptación al cambio.