LA DEMOCRACIA DE HOY: ENTRE EL DESENCANTO Y LA PARTICIPACIÓN

¿Cuál es la perspectiva de los jóvenes hoy en día con respecto a la democracia liberal? ¿La apoyan de la misma manera en la que lo hacían sus antecesores? ¿Se sienten identificados con ella? La coyuntura política mundial genera estos interrogantes, donde se ha visto una tendencia en el establecimiento de gobiernos de extrema derecha como un fenómeno global, acompañada de una ola de creciente incertidumbre económica, en especial para los más jóvenes.

La generación de los Millenials enfrenta hoy varios retos, uno de los más intrigantes: su representación. Los individuos nacidos desde 1980 hasta el 2000, de acuerdo con la segmentación que Claire Raines propone, son hijos de la Tercera Revolución Industrial y fueron testigos del cambio en la agenda mundial del bipolarismo al multilateralismo. No han vivido una guerra mundial, pero entienden la importancia de la interconectividad y han sido testigos de los avances tecnológicos más significativos. En general, es una generación que ha sido educada bajo una serie de valores liberal-democráticos que funcionaron muy bien para sus antecesores (Baby Boomers y Generación X), pero que parece no estar favoreciéndolos de la forma esperada.
En ese orden de ideas, los Millenials tienden a ser más indiferentes con respecto a los valores liberal democráticos porque han leído, escuchado o estudiado sus orígenes; pero no los han vivido. Adicional a ello, crecieron esperando ver la prosperidad que prometen las instituciones de la democracia liberal, pero en cambio han evidenciado la inhabilidad de los gobiernos de integración para hacer frente a crisis financieras; el fracaso de las intervenciones militares en otras naciones como Iraq y Afganistán, con el fin de proteger la democracia y la apatía de regiones como Rusia y China a los valores insignia de la democracia liberal, que no han impedido el crecimiento de sus economías, por el contrario las han desarrollado y han logrado posicionarse con fuerza en el mercado mundial.

Como consecuencia, la dificultad para alcanzar esas expectativas en el ámbito económico, político y social ha desencadenado en una actitud apática por parte de los Millenials con respecto a la confianza en la democracia como el mejor sistema político de representación y participación. Así pues, al experimentar los efectos de la crisis financiera de 2008 en términos de desempleo y disminución de ingresos, tal como lo afirma Kim Gittleson (2018), quien se basa en las estimaciones de la Reserva Federal de San Louis, “Los estadounidences nacidos a mediados de la década de 1980 han acumulado un patrimonio 34% inferior de lo que se preveía tomando en cuenta lo ocurrido con las generaciones anteriores” (párr. 20). Es evidente que las repercusiones de la crisis del 2008 dejaron un panorama particularmente difícil para los Millenials en términos financieros.

Ahora bien, esta situación no es particular de los Estados Unidos, este efecto es similar en varias sociedades occidentales que comparten y promueven la democracia liberal, tales como Reino Unido, donde Gittleson 2018 afirma que “una investigación encargada por la BBC halló que la gente que tiene entre 30 y 39 años de edad fueron los más afectados por la crisis financiera, perdiendo en promedio 7,2% en términos reales o unos US$2.684 al año entre 2008 y 2017” (párr. 22). 

La percepción de que las instituciones de la democracia liberal no actuaron a tiempo ni de manera acertada para prevenir estos efectos, respalda el desencanto en general, y de los Millenials particularmente hacia ella.

No obstante, la participación política de los jóvenes no ha dejado de estar presente pese a la falta de apoyo y confianza que los Millenials han venido demostrando hacia la democracia liberal y los valores que esta promueve. En este punto, es válido aclarar que aún cuando una proporción de estas nuevas generaciones no cree que la democracia sea el sistema político ideal en ciertas ocasiones, esto no quiere decir que crean que la democracia liberal como sistema político vaya a colapsar. Así pues, de acuerdo con un documento publicado por la Unión Inter-Parlamentaria, UPI (2016):

This lack of engagement cannot be attributed to apathy. Young people use many different platforms to engage in democracy, such as social media, youth organizations and in some cases, protests and unrest. Rather, political institutions have too often failed to open up to young people (p.1).

En ese sentido, la democracia liberal necesita no solamente darles voz a todos y todas, sino en efecto, escuchar esas voces, de manera que se pueda tomar ventaja de las formas de activismo no convencional que los Millenials promueven. Además, otro factor influyente para este análisis es la tasa de representación juvenil en los parlamentos. Siguiendo con las afirmaciones de la UPI (2016) “Increasing youth participation is a key element of giving voice to youth which will rejuvenate democracy. We are concerned that only 1.9 per cent of the world’s parliamentarians are aged under 30” (p.2). Por tal motivo, se debe generar un espacio en el que los Millenials y las nuevas generaciones puedan sentirse representados y confíen nuevamente en la democracia, promoviendo plazas para expertos, pero también para que la población tenga un incentivo a interesarse más en la participación política democrática tradicional.

Ahora bien, para que esto suceda es importante que las instituciones de la democracia liberal logren modernizarse y adaptarse a los cambios que exige la nueva era. Deben estar en la capacidad de entender que las necesidades de los Millenials no son las mismas que las de los Baby boomers o la Generación X, y mucho menos de la Generación Z. Tal como lo afirman Foa y Mounk (2016):

As party identification has weakened and party membership has declined, citizens have become less willing to stick with establishment parties. Instead, voters increasingly endorse single-issue movements, vote for populist candidates, or support “antisystem” parties that define themselves in opposition to the status quo (p.6).

No obstante, bajo la línea de argumentación de este mismo autor, es válido recalcar que existen diferentes posiciones respecto a las formas de activismo no convencional. En ese sentido, Foa y Munuk (2016) argumentan que:

Most scholars have resisted the conclusion that young people are worryingly disengaged from democratic politics by arguing that a decline in conventional forms of political participation has been compensated for by a rise in “nonconventional” forms of activism, such as membership in new social movements or participation in protests and boycotts (p.11).

De esta manera, se logra recalcar la importancia de trabajar en la construcción de ciudadanos antes que de consumidores, pues el fenómeno de desencanto por los valores de la democracia liberal se centran, por ahora en sociedades occidentales que no han sufrido crisis políticas o cambios de regímenes severos, razón por la cual suelen asociar la política de manera profunda con la economía. De acuerdo con las afirmaciones del profesor Chou (2013) “The consequence of Australia’s obsession with the culture of consumerism, at least when it comes to democracy, is that individuals will increasingly see themselves as consumers rather than as citizens” (p.487). 

A manera de conclusión, es posible afirmar que el desencanto de los jóvenes por la democracia liberal y los valores que ella promueve está dada en buena proporción porque no confían en la manera en la que las instituciones operan para mitigar los efectos de las crisis y las problemáticas que se han generado por la promoción de esos mismos valores. En consecuencia, los Millenials han sido testigos de la falta de adaptación de las instituciones de la democracia liberal en un mundo en el que los avances tecnológicos han sido determinantes en la manera en la que las sociedades interactúan.

Por otro lado, los Millenials se sienten cada vez menos identificados un sistema político como el de la democracia liberal, porque no han logrado encontrar coherencia en el discurso y los valores que defienden ya que no se sienten representados ni identificados con ellos. Un efecto
directo de esta situación es que no se habla únicamente de que exista un desencanto por la democracia liberal, sino que tampoco hay participación representativa de su generación en un sistema político dominado por generaciones anteriores.

En ese sentido, se considera que los factores que pueden salvar la democracia y el orden mundial liberal son por una parte la implementación de cambios que adapten a la democracia liberal a las dinámicas del siglo XXI. Es necesario reconocer que se debe facilitar a los jóvenes el acceso a los gobiernos y a cargos de representación importantes. Los Millenials y las nuevas generaciones fueron criados a la par del crecimiento digital, lo que ha sembrado muchas expectativas de desarrollo económico y social en ellos.

Así pues, se deben promover políticas que faciliten el emprendimiento de las nuevas generaciones y logren remunerar de manera apropiada la preparación intelectual con la que cuentan. En efecto, se considera que en la medida en la que se logren implementar estos cambios, las nuevas generaciones estarán mas motivadas a defender, o por lo menos a confiar en los valores de la democracia liberal.

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