Y EN EL PRINCIPIO, UN ORDEN QUE DESHACER de Francesca Gargallo

Y en el principio, un orden que deshacer, de su libro Ideas feministas latinoamericanas, Francesca aborda los temas de feminismo, patriarcado – sus recursos de contraataque, identidad – política de la identidad, y sistema de género. De esta manera, menciona que dentro de los movimientos sociales que se dieron en la década de los 60 ́s, el feminismo ha sido uno de los más jóvenes pero que relata una historia de resistencia de varios siglos. La autora lo resume como el agrupamiento de mujeres, que reconocen el derecho de estar juntas, para analizar y transformar su lenguaje, reclamando su autoridad frente al sistema de dominación de los hombres, conocido como patriarcado, androcracia o falocracia (Gargallo, 2006).


Este patriarcado considera que el hombre tiene el dominio de todos los instrumentos de poder y que su autoridad es única y legítima, lo cual, le impide ver que hay sexos distintos en su historia. Sin embargo, al darse cuenta que las mujeres se estaban movilizando frente a ese sistema de dominación, contraatacaron usando sus mecanismos institucionales e ideológicos para desacreditar a las mujeres, en América Latina proclamaron al “hombre nuevo”, que denunciaba que el patriarcado brutal estaba en descenso. Sin embargo, las feministas no creyeron en ese tal “hombre nuevo” realizando sátiras contra él. 

Por otra parte, Gargallo (2006) hace referencia sobre la identidad como una construcción ideológica compleja, indicando que los grupos con poder forman una identidad positiva, pero construyen una identidad negativa de los grupos que dominan. A inicios del siglo XX, el pensamiento latinoamericano buscó las características ontológicas de la identidad y llegó a la definición de una identidad mestiza, no obstante, terminó en una construcción e institucionalización de un racismo en las realidades históricas. Ante un sistema que seguía acaparando América, donde había poca claridad, se da origen a una política de la identidad en los movimientos sociales, conocido como el feminismo, esta política de la identidad nace como una necesidad de adentrarse en el individuo y el deseo de tener una imagen del grupo ante la sociedad y la cultura. Sin duda, el hombre vuelve a contraatacar inventando otra imagen con la que se pudieran identificar, consideraban que necesitan mujeres nuevas, ya que no soportaban a las viejas mujeres, por lo tanto, necesitaban mujeres que se dedicaran a lo privado, a lo doméstico mientras ellos trabajaban, se dedicaban a lo suyo, escribir y pelear sus revoluciones. Sin embargo, mientras las mujeres actuaban y contraatacaban ante este invento de los hombres, el movimiento social se dividió, unas se dieron por vencidas, otras resistieron.

Para la década de los 70 ́s, en el Tercer coloquio Nacional de Filosofía en México, dos mujeres mexicanas Eli Bartra y Adriana Valadés dieron un sacudón al entorno académico definiendo al feminismo como:

La lucha consciente y organizada de las mujeres contra el sistema opresor y explotador que vivimos: subvierte todas las esferas posibles, públicas y privadas, de ese sistema que no solamente es clasista, sino también sexista, racista, que explota y oprime de múltiples maneras a todos los grupos fuera de las esferas de poder (Bartra y Valadés, 1985 citado en Gargallo, 2006, 25)

De nuevo, el sistema patriarcal contraatacaba usando sus recursos de la desconfianza y el ridículo, y se preguntaban ¿Una latinoamericana pensante?, este sistema consideraba que era alguna feminista de otra parte quién inducía y sometía a las mujeres latinas para que introdujeran este tipo de pensamientos en la sociedad. Cuando el sistema patriarcal se le agotó este tipo de recursos para desacreditar a las feministas, optó por darles apertura a algunas mujeres para que actuaran como hombres en los entornos políticos, económicos, sociales y educativos, sin duda esto no generó gracia a las feministas. Empero, las acciones de algunas mujeres como parlamentarias con su traje de sastre, jovencitas en la televisión, altas ejecutivas hicieron aparecer como viejas feministas a aquellas que no olvidaban la opresión y las injusticias que habían vivido varias mujeres (Gargallo, 2006).

Sorprendentemente, el contraataque de este sistema falocéntrico fue el de apropiarse institucionalmente de la categoría de “género”, cabe mencionar que esta categoría de análisis fue elaborada por Gayle Rubin, una feminista marxista radical estadounidense. Es así, que esta categoría de análisis se produce al interior de la reflexión feminista (Gargallo, 2006), que sirve:

Para escudriñar las formas de la opresión y la subordinación social de las mujeres, y para desentrañar la forma en que la desautorización femenina (que es una estrategia del colectivo masculino) tiene efectos materiales en los ámbitos de la vida: la alfabetización, el empleo, la salud, el poder político y la impartición de la justicia (p. 27)

Gargallo (2006) indica que ligar la identidad de las mujeres con el sistema de género es ligarlas con la subordinación de los hombres, por lo tanto, lo indicado es liberarse del género, donde se construya la propia subjetividad, reconociendo en lo colectivo que cada mujer tiene un valor económico y cultural, en palabras de Gargallo, “es una posición teórica y política que reconoce la diferencia como un valor de la humanidad” (p.27).

Como se puede evidenciar “Y en el principio, un orden que deshacer”, se denomina al patriarcado como un sistema de jerarquía social que quiere oprimir a lo que es diferente, que considera que sus constructos son la única verdad y que no hay cabida para otros conocimientos. Sin embargo, ante el surgimiento del movimiento social feminista que reclama autoridad ante este sistema de opresión, y que les permite a las mujeres encontrarse, congregarse en un espacio propio para ellas en el que puedan reflexionar, construir desde su propia subjetividad, en el que se reconozcan sus diferencias. Encuentra el patriarcado en el feminismo, como se dice coloquialmente una piedra en el zapato, en el que se ve obligado a usar sus recursos de contraataque para desacreditar a las mujeres, proclamando al “hombre nuevo”, inventando nuevas imágenes de mujeres, incitando a la desconfianza y al ridículo, y apropiándose de instrumentos ideológicos como el sistema de género. Sin duda, es valioso lo que nos sugiere Gargallo, que se genere un conocimiento alternativo, donde se puedan dar a conocer las ideas feministas y en este caso de feministas latinoamericanas.

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